Se trata de una pieza laberíntica, formada por paneles de espejo, entre los cuales se albergan diferentes estancias, cada una con un valor propio. El recorrido es un paso entre muros que reflejan el bosque, te pierdes, necesitas de tu intuición para encontrarte. Si nos adentramos, encontramos una serie de estancias, cada una con unas características que nos hacen sentir de un modo: en una vemos un pasillo con el techo tan bajo que hay que atravesarlo agachado, cosa que cambia nuestra percepción del tiempo; en otro hay pequeñas ventanas, que nos dejan ver destellos de la naturaleza que nos rodea, en otra se juega con los contrastes de luces y de sombras, creando una perspectiva que parece que nunca termina.
Empecé haciendo dibujos abstractos de lo que quería que mi laberinto representase: caos, perdida, instinto.
Mediante los collages materialicé poco a poco mi idea. Me ayudaron a encontrar los materiales con los que quería que mi proyecto se definiese: muros opacos, de espejo y translúcidos. Crean límites que necesitas sobrepasar para conseguir salir del laberinto, es un recorrido donde tu decides por donde ir, sin ningún camino establecido.
Materialicé el proyecto mediante un artefacto tridimensional.
También hay un intento de incorporar algunas de las partes del proyecto dentro del Bosque de Oma, intentando ver como quedarían los espacios interiores del proyecto en relación con el bosque.
Multiplicidad, juego, caos, pérdida, tiempo, luz, reflejos, unión, miradas, transparencias... Estas son algunas de las palabras que me vinieron a la cabeza mientras surgía el proyecto.
